lunes, 26 de julio de 2010

Envuelta en un mar de emociones, pude sentir el roce del cuerpo que se niega a mostrarse completamente.
Pies ocultos tras medias que dicen calor, piernas rotas en una noche descontrolada y excitante. El pecho desea ser acariciado; ya todo el cuerpo está tranquilo.
La comida quiere salir de mi estómago, es un va y viene continuamente. No pretende quedarse ahí, entonces regresa la nausea, esas ganas de vomitar hasta el cerebro, buscando en ningún lugar una no explicación.
Luego "necesito" describir lo que acá sucede, acá adentro mío. No hay explicación alguna para sensaciones desconocidas, pero la relevancia sostiene que en mi estómago suceden nervios de emoción, nervios de algo que no se desnuda, entonces busca canalizar todo eso a través de la nausea y en última instancia, el llanto.
Por más que analice lo indefinido a mis efímeras bruscas pretensiones, algo del miedo recorre el entorno donde es preferible callar y dejarse llevar pero que a la vez hay una dicha deseosa de preguntarte sobre nuestro.
Y ahora, aprecio el instante de conexión interior, entre risas disimuladas, entre el aprecio de un juego en silencio y el sin saber del mañana. Quizás despiertes sin recordar mi rostro.

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