Decido salir del placer que me genera estar bajo abrigos en mi cama.
La mañana fría y melancólica, pícara y encantadora.
A través del colectivo- pienso-, las calles se ven preciosas y las gentecitas todas abrigadas, pálidas, caminan con una sensación de sueño en sus rostros. Me gusta, inclusive aquel chico que sólo vestía remera y jean, me parecía agradable porque su piel un poco incómoda se ponía como piel de gallia ante el frío.
Las gotas en la ventanilla que está a mi lado, pegó los ojos al vidrio y las observo. Caen, algunas lentamente, otras rápido, juego que juegan una carrera y premio al ganador y me encandilo con el que quedó atrás, porque es más extraño su forma de bajar: lenta y tranquila.
Los árboles se mueven, las hojas amarillas caen haciendo piruetas, caen y van formando calles de puntos amarillos, es tan precioso. Hasta casi agonizando son preciosas estas hojas, que según yo, estan desprendiendose de las ramas porque ya han vivido algo, entonces, ahora les toca vivir a otras nuevas hojas y así mientras el árbol viva, y así mientras el árbol siga siendo una fiesta de vitalidad.
A veces pienso que me saludan los pajarillos, las hojas, los árboles. Me gusta la idea de pensar en eso, tambien, sentir la conexión acá, dentro mío.
Y mi dolor se va, estoy sola ahi, en las calles, en las cosas, estoy bien, estoy tranquila, totalmente ensimismada y tranquila.
Ahora bien, al bajar del colectivo, sucedió que: todas estas sensaciones no cambiaron, por lo cual pude caminar sonriendo con el entorno.
Savage Streets (1984)
Hace 5 días
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