Cuando estoy feliz no hay palabras de descripción. Cuando el balón de arriba se pone aceite y se tira al sartén a fuego alto, recien ahi puedo escribir.
Entonces, hace un mes, tan solo un mes. O quizás tres semanas, me duele tanto la mente, y aún así sigo saliendo por las noches. Sé que no es una buena opción cuando el estado de ánimo se arrastra como una babosa inexistente por el piso húmedo, salir, porque ya no soporto más saber que no puedo ver a nadie, debido a que no tengo ganas o si ya estan conmigo los trato mal.
No debiera ser así, porque nunca fue así, y en tan poco tiempo, todo se volvió tan discontinuo que ya ni fuerzas queda para luchar contra el peor enemigo de uno. LA MENTE.
Asi que, una ayudita dicen que vendrá, espero que solucione algo, porque necesito volver a brillar como antes, como hacia tres o cuatro semanas atrás. Reír, charlar, escuchar, sentir, amar la companía de todos mis amigos, conocer nueva gente que cae tan bien. Tan poco tiempo era todo así. Y ahora, para que seguir conociendo gente o hablando, si el estado en el que me encuentro no es la perfecta para ninguna ocasión.
Ojo titila, ojo irrita, ojo llorón
Sangra, explota, se corrompe.
Garganta duele, garganta débil.
Emisión de palabras destructoras.
En companía, digo, luego repienso.
Que todo eso, es realmente enfermo, ¿por qué?
Porque estoy claramente segura de que mis actos no fue conciente.
No lo fue, porque hasta se me hace desconocido. Tremenda partitura.
Ay, sí. No era así. Ay no, esa yo no soy.
Qué estupides tan barata, que mente chatarra.
En estos días , en aquellas semanas.
Ya se irán, paciencia, ya se irán. Calma.
Savage Streets (1984)
Hace 2 semanas
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